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lunes, 7 de marzo de 2011

NUNCA ME ABANDONES (2010) - ****

De cómo saber encarar la vida conociendo que tiene un fin




Es curioso que una película de ciencia ficción se plantee sin artificios, sin naves especiales, sin avances significativos y con una puesta en escena tan absolutamente acorde a la época en la que se están desarrollando los hechos. Es cuanto menos original y en Nunca me abandones la ciencia ficción solo está utilizada para contar una parábola absolutamente preciosa y conmovedora sobre el sentido de la vida y desarrollar un drama romántico que te deja el corazón tocado entre terciopelos para pegarte un puñetazo directo al estómago.

Tengo que reconocerlo Nunca me abandones (Never let me go, 2010) me ha parecido una auténtica belleza donde cada plano, cada ángulo y cada poso tiene su ritmo propio, su delicadeza, su luz, su tacto, su mesura y se utiliza para desarrollar una historia con gusto, sin prisas ni artificios mientras te va llevando en ese viaje.

La película está narrada en un largo flashback por la protagonista Kathy H (una maravillosa y esplendorosa Carey Mulligan) que nos introduce en la ficción diciendo que en 1952 surgió un gran avance en la medicina que permitía alargar la esperanza de vida hasta los 100 años.

Ahí nos sumergimos en la historia de ella, cuando era niña y compartía aventuras con Ruth y Tommy en una especie de residencia donde los tratan como niños verdaderamente especiales. El director no lo trata como ninguna sorpresa así que yo tampoco lo trataré así y es que los niños son en realidad donantes, les conciben y les crían con el propósito de que al llegar a su etapa adulta donen sus órganos a sus semejantes. Y como tal les han inducido una determinada conducta en ese microcosmos en el que habitan (si alguien sale de la verja nunca vuelve a entrar y termina muriendo).
Los niños se creen lo que se les cuenta y estos “donantes” nunca son tratados ni considerados como adultos, es por eso que aceptan su condición y viven con ella, sin rebeliones ni protestas.

Desde este comienzo vemos lo importante que resulta para el director el sembrado progresivo de información, el cómo mantiene el interés para que sepas que están sucediendo cosas tanto fuera como dentro de los personajes. Además se ve el regusto inglés de la cinta, la paleta de colores que han escogido para la fotografía y la tranquilidad que se toma el director para encuadrar imágenes de postal y desarrollar con paciencia y mimo el argumento.

Entre los tres va surgiendo con los años una historia que envuelve mucha candidez, están perfectamente escogidos los niños tanto por sus dotes interpretativas que resultan totalmente convincentes como por su buena caracterización y parecido con los actores adultos. Sobre todo la protagonista.
En esta inocente historia de amor el niño le regala una cassette a la protagonista con la canción “Never let me go” que será la que dé vida al título y al contexto general del argumento.

Hay mucho donde rascar, muchas pinceladas de ideas que el director deja latentes para que reflexiones si quieres sobre ellas como porqué son los últimos en tener una educación tan selectiva y apropiada, los paralelismos de la educación de estos chicos probeta con la nuestra propia (nos enseñan de manera homogénea a todos con una idea preconcebida de lo que hay que ser), pero no se ahoga en metáforas o paralelismos como la novela 1984. No, esta es la historia de Tommy, Kathy H y Ruth, una historia en un contexto determinado y unas circunstancias especiales. El que quiera tirar del hilo del ovillo que lo haga, el que solo quiera la historia de amor que se quede con ella, pero esto no es un relato ambicioso de personajes de papel cartón. Son personajes tridimensionales cuidados con tacto y cariño porque es lo que interesa en el desarrollo: ellos y no el resto de lo que está alrededor.

Y ahí está la gran pericia de un guión que adapta una novela de Kazuo Ishiguro que no he leído y que tras ver la película me entran ganas de comprar, la verdad. Está tan bien ejecutado, tan bien sembrada la información y tan bien desarrolladas las conexiones y los secundarios y los debates morales que se plantean al respecto que me parece increíblemente sólido.

Pero si hay algo que destaca en la cinta es la exquisita dirección de Mark Romanek que se entretiene en detalles, se recrea en la forma de cómo se mueven los personajes, en los exteriores dignos de postal cinematográfica, en la forma en la que cogen los objetos… Al verla uno tiene la sensación de que le apetece un té mientras, eso sí muy cargado de azucar.
Además tiene planos verdaderamente bellos y logrados, un barco en mitad de la arena, una mano que se desliza por un brazo hasta que encuentra la otra mano, una cerca con plásticos atados… Hay una verdadera poesía visual que concuerda y comulga perfectamente con la narración. También la fotografía que empieza con luces de atardecer y termina volviéndose gris y triste junto con una partitura musical absolutamente melancólica y tierna.
Técnicamente está muy bien compactada y va hacia un camino, todo junto forman un paquete que podrá gustar o no, pero es innegable que es un todo y que nada se sale de la tónica y nada chirría.

Respecto a las interpretaciones tenemos tres grandiosos actores jóvenes. Keira Knightley (Piratas del caribe, expiación) sabe encontrar el personaje a las primeras de cambia, es muy secundaria y perfila con tres rasgos y movimientos a Ruth. Cuando su personaje se vuelve frágil es cuando la actriz mejor desarrolla su talento.
Andrew Garfield (La Red Social) también lleva muy bien el papel y resulta convincente pero la que se lleva la función es la sublime y elegante interpretación de Carey Mulligan. Lamentablemente la disparidad de críticas que obtuvo en Estados la lastró en una carrera por los premios en la que debió estar. Su papel no es tan grandioso como en An Education, pero está más adulta, más serena, más sabia y sin ningún histrionismo innecesario lleva un papel complicado sobre su espalda. Llena de matices, de contención y de lirismo Carey Mulligan demuestra que es una de las más grandes y mejores actrices de su generación.

En resumen, Nunca me abandones es una película bella, hermosa, compacta, con una gran fascinación por la fotografía, por el desarrollo de los personajes y su historia, algunos la podrán llamar lenta, pero está tan justificado estética y narrativamente hablando su ritmo que supone un delicioso paseo por los sentimientos más bellos de la vida. Es un film para meditar, para reposar con delicadeza en la que lo que subyace, los sentimientos egoístas, la expiación en busca de la redención… Todo eso está ahí si lo quiere ver, si sabes apreciar con paciencia su complejidad.
Nunca me abandones es un melodrama precioso, un drama romántico con toques de ciencia ficción que peca de cursi pero sabe elevarse sobre la media.
Y además el epílogo es un toda una bofetada de realidad.

Valoración: 8/10

martes, 25 de enero de 2011

LA DAGA DE RASPUTÍN (2011) - 0

Regreso al pasado (con Pajares incluído)


"La Daga de Rasputín" es una birria donde se limitan a hacer el imbécil.

Así que, agradeciéndoles que se sepan hacer cosas tan bonitas en el cine español, he elaborado una preciosa lista donde agrupo las palabras más bellas que se me ocurrieron viendo esta cosa.

Me niego a desperdiciar mi tiempo elaborando una crítica. No se la merecen.

Con todo mi amor, ahí va:

La Daga de Rasputín es tonta, machista, anormal, pueril, banal, imbécil, ruín, rastrera, vomitiva, intolerable, deficiente, majadera, cutre, infantil, nimia, insustancial, anodina, asquerosa, putrefacta, intrascendente, roñosa, indigna, miserable, despreciable, infame, simple, sosa, andrajosa, boba, desquiciante, repetitiva, insultante, abominable, vergonzante, charcutera, atroz, censurable, odiosa, denigrante, aborrecible, repugnante, indecente, vil, insípida, patética, deplorable, rancia, infecta, indigerible, trivial, aborrecible, espeluznante, diarréica, desconsoladora, impresentable, ignominiosa, recalcitrante... y, para colmo, no tiene puta gracia.


Valoración: 0/10

viernes, 21 de enero de 2011

127 Horas (2010) - *****

Una experiencia digna de ser vivida. En el cine claro.



Hay veces que el cine te pone a prueba.
Que lo que quiere es que recibas una serie de sensaciones y vivas la experiencia. Más allá de si es buena o mala, mucha gente que va a ver una película de terror y al salir dice “pues no me ha dado miedo”, otras van a ver un drama soporífero pero dicen “al final resulta bonito porque he llorado”.
Quiero decir que más allá de lo que hay están las emociones que suscita durante la experiencia.

127 horas es una de esas películas.
No le basta con relatar la historia de un hombre cuyo brazo se ha quedado atrapado entre unas rocas y no consigue moverse de ahí consciente de que nadie irá a su rescate porque nadie sabe dónde está.
Lo que quiere esta película es que vivas cada una de sus alegrías, angustias, miedos, paranoias, dolor físico y esperanza.

Y francamente 127 horas lo consigue.
127 horas te conduce por toda una gama de sensaciones y te condensa toda una experiencia vital en unos ajustadísimos 90 minutos donde no falta ni sobra nada.

La historia arranca con unos créditos anodinamente largos y cargados de vida con estilo cien por cien videoclipero mientras vemos cómo nuestro protagonista Aron Ralston (basado en hechos reales) prepara su marcha de excursionismo, senderismo por el desierto y los grandes cañones y olvida su navaja suiza (¡mierda! La debió recordar toda su vida).
Además nos explica con un par de recursos que le gusta hacer eso: libertad, coger el petate y marcharse a vivir con la naturaleza, la música a todo volumen y la soledad disfrutable.
“Just me, the music and the night. Love it”

Reconozco que soy un chico de ciudad, pero por momentos pensé: “Ey, como mola esa sensación de andar por ahí sin preocuparte de lo que sucede de verdad. Es el estado más salvaje y aventurero. ¿no?”

Tras un prólogo de puro divertimento que nos lleva hasta el minuto quince de película Danny Boyle nos enseña un montón de piruetas audiovisuales:
cámara en primera persona, imágenes fijas como si fuesen fotografías, planos de cámara en mano, panorámicas de los cañones, travellings por todos lados y todo acompañado de una música viva…
Aquí es donde se encuentra con dos chicas, de las que hace un poco de guía y les enseña las cuevas y las grietas dando esa sensación de vértigo acompañada de ese plano del trailer tan fascinante donde los protagonistas se dejan caer por una grieta a un lago y que ofrece la misma sensación que un parque de atracciones, tanto para los que lo viven, como para nosotros al verlo gracias a la gran labor del señor Danny Boyle dirigiendo y controlando tan soberbiamente la imagen, el montaje y el sonido.
Este cuarto de hora inicial comienza agobiando pero termina siendo una verdadera liberación.

Nuestro protagonista entonces se despide hasta una fiesta (con un Scooby Doo inflable fuera) y continúa su periplo.
Sé que sueno repetitivo, pero es digno de admirar el montaje y lo bien que sabe colocar Danny Boyle para que amemos la roca, sintamos su tacto, olamos su polvo, ,os desplacemos entre los recovecos y enmudezcamos en la caida y atrapamiento de brazo.

Ahí aparece el título de la película (minuto 16 nada menos) y comienza la odisea del protagonista.
Resbala, se atasca y nadie sabe donde está.
Ese es todo el argumento, pero la cosa dá para mucho, porque al señor Boyle no le faltan los recursos.

domingo, 2 de enero de 2011

El Cisne negro (2010) - ****1/2

La blancura de la nieve hace al cisne negro




El argumento del lago de los cisnes gira en torno a la dualidad del bien y el mal, el ying y el yang, los buenos y los malos.
El cisne negro (Black Swan, 2010) ha adaptado por completo el argumento y la esencia del ballet y lo ha dotado de vida, de intensidad, de cine, de magia y de surrealismo, componiendo una cinta arriesgada y a la vez compleja. Terro´rífica y bella. Un sueño que es una pesadilla. Una fascinación absoluta.

En el cisne negro tenemos el argumento general del ballet esto es un príncipe que debe elegir una esposa y se enamora de un bello cisne: Perfecto, cauteloso, etéreo. Una vez que la tiene en su haber, embrujado por un hechizo se confunde y se enamora de un cisne negro, ante esta noticia, la joven y preciosa que encarna el cisne blanco decide suicidarse.

Aquí el cisne es Natalie Portman y voy a tratar de no estropear a nadie las sorpresas de guión que conlleva.


Natalie Portman interpreta a Nina, una joven bailarina que vive absorbida por el mundo del ballet y con la presión del paso de los años y la ausencia de ese papel que la haga triunfar. Vive con su madre, una bailarina que no triunfó y que ejerce un exhaustivo control sobre la joven con dietas, ensayos y angustioso afán de que triunfe.
El director teatral decide rejuvenecer el espectáculo de la función de ballet “El lago de los cisnes” porque ya nadie va al teatro. Necesita caras nuevas, y para ello elabora un concienzudo casting entre aspirantes a bailarinas.

La nueva versión necesita que la protagonista sea el cisne blanco y el cisne negro a la vez. Que sea perfecta, técnicamente impoluta y con una gran candidez. Eso ya lo es Nina.

Pero le exigen que sea la otra parte: salvaje, atrevida, caótica, arrebatadora. Que se salga de la perfección para lograr el papel perfecto. Que busque su otro yo y lo deje salir, que se desabroche los corsés del perfeccionismo. Es ahí donde entra Lily, una compañera de ballet que es el cisne negro perfecto.

Nina se va dejando llevar y se va metiendo en el concepto obsesivo del papel hasta que llega un momento en el que no distingue entre lo real y lo que imagina para dejarse llevar. Se va consumiendo en su propia pesadilla de celos, romance, envidia…

El argumento es complejo porque juega con las constantes referencias al ballet original, al mundo del artisteo y las bambalinas, y al surrealismo onírico en el que se sumerge Nina.
Hacer cine y que no se entienda nada no es muy complicado, hace poco se ha visto Franklyn en las carteleras. Lo que es difícil es que el público pese a no saber muy bien dónde está, qué sucede o quién es qué en la historia se siga sintiendo atraído por lo que sucede en pantalla. Ahí es donde está la miga y las interpretaciones, la atmósfera y la dirección corren un papel crucial.