martes, 4 de julio de 2017

Baby Driver (2017) – ****1/2


Luces, cámara, motores y acción. 


Baby es un joven que gusta de crear listas de reproducción para diferentes estados de ánimo y gusta de vivir y moverse por el mundo a ritmo de su iPod, como si toda su vida fuese un videoclip y los sonidos del universo fuesen un beat prolongado de cada nota.
Baby no sólo hace que la música mueva su mundo, sino que también graba conversaciones a su alrededor (muchas veces ni siquiera dirigidas a él, como si los diálogos humanos fuesen un mero sonido de ruido más) y los convierte en remixes con gotas de nostalgia en cassettes y pianos electrónicos.
Casi como si Baby remezcla su música para acompañar su historia, Edgar Wright remezcla sus ingredientes para dar con una fórmula de fantástico entretenimiento y solidez. Y los ingredientes son sencillos y utilizados antes: frenetismo, coches, metralletas y tiros, actores cargados con carisma, música a todo volumen y una trama que solo pisa el freno para añadir motivaciones a la historia central. Baby Driver es una película eminentemente moderna (como toda la filmografía de Edgar Wright) pero con un sabor clásico de los que saben que un buen beso, que un buen giro de guión o un diálogo preciso conmueven y apasionan más que todos los efectos digitales del mundo.
Baby Driver es un ejercicio de cine fascinante tanto detrás de la cámara con sus planos circulares y las tomas de objetos, como en el maravilloso montaje de sonido con el uso de efectos sonoros made in Edgar Wright o la anticipación de escenas por un teléfono que sonará más tarde o un pequeño zumbido que nos pone en la piel de Baby junto al compás de la canción que está a punto de reproducir en los próximos segundos.
Hemos visto muchas películas con una buena banda sonora, pero muy pocas en la que cada nota de cada beat hace que lo que sucede en pantalla baile a su ritmo. Baby Driver es una película de acción, pero la genialidad del uso de la música en su puesta en escena y en su montaje (implícito y explícito) hacen que parezca un musical frenético, un videoclip que nunca cesa desde una escena inicial que es una de las mejores persecuciones de coches en años, hasta un tramo final que te hace sentarte en el filo del asiento.
Ansel Elgort (el actor de “Bajo la misma estrella”) se llena de carisma y buen rollo para dar vida a este Baby (B-A-B-Y), un conductor de atracos silencioso que normalmente es ignorado. Con una deuda que pagar a un director de atracos (interpretado por un Kevin Spacey armado con un peluquín de espanto) le queda conducir uno para terminar. Conducir un trabajo más para retirarse. Y Baby sabe conducir, aunque necesite canciones específicas para marcar sus movimientos, a ritmo de nota su coche y el montaje de la cinta, bailan furiosos desde su ipod y sus auriculares que necesita llevar para silenciar el ruido producido por un accidente de tráfico.
Con lo cual el argumento es el clásico de persona con morales arrastrada por equivocaciones y malas decisiones a un mundo al que no pertenece. Porque Baby es un personaje perfectamente tridimensional y carismático. Es un héroe moderno calzado en conversers y con los pantalones un poco caídos, que ejerce de guardián y que canta y baila al ritmo que su beat le marca. Baby es un personaje tan perfectamente retratado que su romance con Debora (Lily Adams), camarera de un dinning cuya aspiración máxima es simplemente huir de todo, su historia cae fresca, sentida y completa el círculo motivacional del personaje.
Ambos mundos de baby el del inframundo cruel de los atracos ilegales (encarnado en esa gang unida por malas casualidades con nos brillantes Jamie Fox, John hamm y Enza Gonzáliez) y el de su corazón y bondad retratados en distintos neones y colores (ojo a esa lavandería tan La la Land o el pasaje de la pizzería y esas luces casi irreales) como si no tuviesen nada que ver el uno con el otro. Por ello cuando colisionan la película te mantiene en el borde del asiento porque tienes tu corazón y tus uñas invertidas en ese héroe y sus aspiraciones.
Y es que a pesar del brillante estilo, la película tiene una sustancia en la que sujetarse.Hacedme caso cuando digo que sin esa forma la película seguiría siendo brillante. El corazón de “Baby Driver” es su narrativa perfecta y rica en detalles (ese estilo noir tan 1940, las referencias a Bonnie and Clyde o los planos en blanco y negro) y su coraza es la que eleva el conjunto. La gloria es observar como con los ingredientes del primer arco la historia se va desarrollando y desplegando sin que el protagonista tenga alternativa a una buena elección.
En resumen, hay una energía que sientes cuando una película está funcionando: esas risas en el cine, esa gente saltando en un susto, o acercándose a la pantalla cuando algo sucede. Con Baby Driver sentirás hasta mover tu pie al ritmo de la cinta. Baby Driver es la película más entretenida, fascinante y perfecta que verás este verano. Baby Driver es simplemente una mezcla de ingredientes perfectos, agitados al ritmo exacto y presentado en un plato de lujo y fastuoso. Es original, fresca, divertida, emocionante y cargada de detalles. Es algo que simplemente tienes que ver, y mejor en una sala con gente y la música a todo volumen.
Lo mejor: El sentido de ritmo
Lo peor: El peluquín de Kevin Spacey
Valoración: 9/10