domingo, 26 de enero de 2014

18 Meses de Vida

Mi aventura entre guiris, primarks y la búsqueda de ese lugar llamado hogar



Así como que no quiere la cosa te vas encontrando con que pasan los días, las semanas, los meses y sin querer te has convertido en un emigrante español viviendo en una ciudad que parecía fría y lejana pero que has terminado acogiendo como tuya.

Esas calles por las que hace ya 18 meses decidiste rodar una maleta cargada de ganas de empezar y probar suerte. Como otro más. Pero con el coraje y el valor que te convierte en único.

Era Julio de 2012, y la ciudad y el país que me iba a acoger se estaba vistiendo de olímpica para uno de esos acontecimientos del siglo que suceden cada cuatro años. 

Buscas un hogar entre miles de historias, entre miles de cuchitriles, alacenas convertidas en habitaciones sin ventilación por 280 libras al mes., casas con paredes tapizadas de moho, otras llenas de basura, otras estrechas, en otras no te quieren por “ser español” y la gente quiere hablar la lengua de shakespeare, en otra no te aceptan sin trabajo y en otra el anuncio engañoso resulta ser una plantación de chinos hacinados entre literas compartiendo habitación.

Por fin, cuando vas a desistir encuentras una casa sin fianza, con contratos por semanas y viviendo como en un chiste: con un checo, una lituana, otro español y un africano. Nunca conoces al casero porque él vive en Londres y tú en Manchester. Todo empieza a tornarse en raro y la casa parece un hostal, entran a vivir chinos, polacos, escoceses y gente a la que ni siquiera ves porque te pasas el día pateando los mismos sitios que todo el mundo y dando el currículum esperando que el tuyo quede en el tope del montón.

Tú inglés es bueno, ya has trabajado en el extranjero, te puedes comunicar pero por algún motivo el teléfono que te compraste no suena. 

No te desesperas y mientras tanto te refugias en conocer gente por internet. Haces algo así como grupo con españoles que están como tú. Ayudas a unos, odias a otros. Como en cualquier lugar pero con una camaradería extra con todos, porque no nos engañemos: no te queda otra.

Y empiezas a rodar, te salen entrevistas, te salen cosas y haces los primeros grandes amigos. En un mes de lucha encuentras trabajo, dejas de perder peso de forma alarmante y sales pitando de esa casa en el medio de un barro indio en la que nunca has sentido nada parecido a la palabra hogar.




Piensas, mientras encuentre otra cosa este trabajo me pagará las facturas. Te has pasado la vida estudiando y haciendo experiencia y resulta que estás sobrecualificado, así que te quedas en un burguer, un bar, un restaurante, una tienda o en cualquier sitio que tengan la decencia de darte algo de dinero por pasar el rato con ellos.

Y te vas asentando, vas conociendo gente, historias, haciendo millas de vida, compartiendo tu espíritu y empezando a abrazar lo que viene. Te dedicas a ayudar a los que acaban de llegar con peor inglés que tú y a tratar de animarles para disfrutar esta aventura.

Y vas sonriendo, y empezando a comprender la cultura de esta gente tan rara que gusta de conducir (y hacer prácticamente todo)  al revés. Vas saliendo a cenar, a tomar unas pintas, a salir de fiesta, a tomar un té, a hacer amigos, a sentirte engañado por unos, a detestar a otros,…

Y así se caen los meses, cada vez te da más pereza hasta ir de vacaciones aunque nunca dejas de echar de menos tu familia, tu cama, tus amigos, tus copas y bares, tu perro, tu ropa, tu pincho de tortilla, tus comodidades, tu almohada, tu colección de DVD, tu pan “para empujar” y de vez en cuando te sorprendes escuchando reggeaton o mirando webs de cotilleos para ver cómo va Sálvame Deluxe.

Te vas haciendo a las calles, a los edificios, a los descubrimientos que ya no lo son y han pasado a formar parte de tu vida. Te haces un contrato de teléfono, una suscripción en el gimnasio, otra con netflix y te vas llenado de cosas. Te vas sintiendo parte de lo que antes llamabas extranjero.

Sigues leyendo las noticias y te vas frustrando porque campofrío te trata como un traidor, porque tu querida España va retrocediendo en el tiempo prohibiendo el aborto y los políticos te dicen que estás a tu merced, que eso de volver a tu médico de cabecera que sabe todo de ti se ha terminado y que si te encuentras mal más te vale coger un buen diccionario para entender si te pasa algo en el hígado, o tienes las amígdalas inflamadas o tienes una fisura cruzada en la muñeca. 

Vuelves un par de vacaciones y descubres que quieres más a tu madre de lo que nunca pensabas, que echas de menos esas conversaciones (y discusiones con tu padre), que nunca habías sentido así de cerca el amor de tu hermana y que algunos amigos en los que apenas reparabas se convierten en un tu bálsamo de alivio para contar aventuras e historias.

Pero sin querer te sientes cada vez más lejano de aquello y más cercano de esto, de las cenas improvisadas con cojines en el suelo porque no hay sillas, de enseñar la macarena en una fiesta a la que ni siquiera sabes cómo has llegado, de quejarte del tiempo y la lluvia, de sonreír con cara de “no entiendo nada” y de aceptar que el tamaño de una pinta de cerveza es el perfecto y que las cañas son de trago.

Y sigues viviendo, te haces tu familia, acompañas a Aminta al médico, Raquel te guarda tus cosas mientras te mudas de casa, Mercedes escucha tus historias ojiplática, vas a comer a un sitio sólo por hacer el rato de trabajo más entretenido a Marisa, cuadras tus compras con la hora a la que Patricia termina de trabajar para “tomar algo” y te vas impregnado de gente de Grecia, Francia, Italia, Australia… y de ingleses. Aunque sean tan raros.

Y un día sin querer evitarlo resulta que encima te enamoras. 

Así sin más.

Y conoces a la familia, a sus amigos y tu familia le conoce y te pide que te quedes. Que dejes de sentirte extranjero porque ahora perteneces aquí. Y por primera vez en la vida lo sientes.

Sientes un sentimiento muy fuerte de saber que no vas a ser capaz de volver a lo que tenías antes, que te quejas pero estás a gusto, que ya no puedes vivir sin estas historias, que es lo mejor que has hecho nunca y que “de momento” se puede convertir fácilmente una certeza.

Así que sí. Me llamo Ivo. Llevo un año y medio de aventuras en Manchester y en el fondo lo adoro. Tras años de viajes, inseguridades y búsquedas de mí mismo he dado con lo que quería: 
“Ser feliz”

Y puedo mirar hacia adelante sintiendo que éste es el resto de mi vida. 

Por fin ha llegado.

Dedicado a todo aquel que ha cogido su maleta, su avión low cost y su optimismo para luchar. 


2 comentarios:

  1. genial el post :) (creo q mi anterior comentario no llego jajaja :P)

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  2. Ivo, me ha gustado mushisimo tu relato. La forma tan dulce en que está escrito, recordando con cariño tanto lo bueno como lo malo de tu experiencia.
    Te deseo que seas muy feliz el resto de tu vida, ahora que ya has descubierto que eso es lo más importante.
    La vida son cuatro días y hay que disfrutar cada segundo de cada uno de ellos.

    Saludos.

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