Apocalypse Kong
¿Os acordáis cuando hace unos años los blockbuster solían ser entretenimientos divertidos, ligeros y con ganas de hacérselo pasar bien a los espectadores? Pues parece que los creadores de Kong: Isla Calavera (Kong: Skull Island, Jordan Vogt-Roberts, 2017) sí. Esta revisión-precuela del rey de los monos consigue ser un entretenimiento sólido, de aventuras y con aire de diversión auto consciente perfecto para una tarde en el cine.
Y es que por alguna razón que se me escapa, en los últimos años en los grandes blockbusters las cosas se han ido tornando serias, profundas, oscuras y hasta deprimentes. Como si ver una película de gran presupuesto de Hollywood supusiera tener que hacer un esfuerzo del calado de un drama indie pero con unas recompensas infinitamente inferiores.
Por ello es refrescante ver una película tan enfocada al entretenimiento y al hacértelo pasar bien.
Me voy a explicar, por ejemplo las películas de monstruos siempre han caído en dos tipos, las que tardan en llegar a la acción más de 40 minutos en las que intentan hacer un “in crescendo” con planos subjetivos y música de intriga y las que te enseñan al bicho en cuestión a las primeras de cambio y lo mantienen siempre como un motivo presente y recurrente. Kong: Skull Island cae en la segunda categoría, y no es algo despectivo. Sabe lo que vienes a ver y te lo da desde el principio.
Y todo esto resulta curioso porque la cinta comparte universo (al estilo Marvel) con la versión de Godzilla de Gareth Edwards a la que se culpaba precisamente de hacer eso, de no dar al espectador lo que quiere y tener que esperar hasta casi el desenlace para ver bien al monstruo en cuestión.
En Kong: Isla Calavera veremos a King Kong desde el entretenidísimo prólogo entre un soldado americano y uno japonés que se encuentran en plena guerra de Vietnam en medio de la isla por accidente (excelente idea la de situar la historia en ese contexto de heroes fracasados y la de homenajear de manera explícita y en la banda sonora a las películas de dicha guerra), y desde ahí nunca dejará la pantalla de una forma o de otra. Y te lo hará pasar como un niño jugando con muñecos de la franquicia y haciendo diálogos sobre la marcha (algunas líneas son verdaderamente sonrojantes) mientras los personajes vuelan y se estampan contra todo lo que ven.
La película se centra en un grupo de soldados y científicos que acuden a la isla con motivos diferentes, unos empeñados en mostrar al mundo la existencia de animales que se escapan de la legica y otros para curar heridas provocadas por la guerra de Vietnam. Estando allí todo se centrará en tener que recorrer la isla para tratar de volver a la civilización con vida.
En esta mezcla la mayoría solo están ahí para morir de forma entretenida y volar por los aires o ser aplastados, pero el show se lo roba John C. Reilly con un personaje construido entre la locura y la ironía, acompañado por un agente británico de la SAS (Hiddleston); un coronel de las fuerzas especiales (Samuel L.Jackson haciendo de Samuel L.Jackson); una fotógrafa de guerra sin más motivo en la trama que el meter a alguien femenino para estar en apuros (Brie Larson) y un visionario loco que cree que la tierra está llena de bestias y monstruos (John Goodman).
Pero lo verdaderamente protagonista de la historia son los diferentes monstruos y bichos varios que irán mermando al grupo a modo de escenas de aventuras clásica: hormigas gigantes, lagartos de komodo, pájaros dinosaurios… Todo ello enmarcado perfectamente en unos paisajes con fuerza propia en Hawaii, Australia y Vietnam donde el ambiente suda, transpira y vive. Un acierto el utilizar localizaciones naturales entre tanto CGI. Esta película es mucho más cercana al cine de aventuras o (salvando las distancias) a las junglas de Apocalypse Now que a aquel artificial (y largo, muy largo) remake de Peter Jackson y trae de vuelta la esencia del original.
Pero lo fascinante es que parece que su director se lo está pasando genial orquestando y planificando sus escenas y destrozando mitos como el del soldado héroe que se sacrifica contra la bestia para salvar al grupo. Por ello hay que entender y ver la cinta con ojos de niño y olvidarte de todos los errores, carencias, errores de raccord y sin sentidos varios.
En resumen, Kong: Isla calavera es una cinta de entretenimiento de monstruo con un poco más que rascar que la media. Sabe lo que el espectador quiere y se lo da en dosis gigantes. Es una cinta para ver en el cine y disfrutar del sonido, del ambiente, de los efectos y verlo todos con los ojos de un niño. En un año no recordaremos nada de ella, pero mientras ves a los soldados volar por los aires no puedes evitar sentir una carcajada interior de saber que te lo estás pasando bien.
Lo mejor: Las muertes, John C. Reilly y las referencias
Lo peor: Los diálogos y una sensación de videojuego.
Valoración: 7/10
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