martes, 31 de mayo de 2011

LA GATA SOBRE EL TEJADO DE ZINC (1958) - *****

¿Por qué no serás horroroso Brick, por qué no has de ser feo, gordo o cualquier cosa que no pueda soportar?

Lo mejor: Cada línea de diálogo y la pareja protagonista. Newman y Taylor nunca han estado mejor.

Lo peor: quizás el final es demasiado convencional.

Por alguna misteriosa razón que hoy se me escapa, cuando hice mi recopilación de las 300 películas fundamentales en la historia del cine dejé fuera esta maravillosa película en pro de otras que seguramente me gusten menos y sean peores. El caso es que en esa selección no se trataba tanto de escoger mis películas favoritas como una selección de cintas que habían hecho algo realmente importante en el mundo del cine.

No quiero decir que esta película no lo haya hecho, porque todo en La gata sobre el tejado de Zinc es absolutamente maravilloso, cada plano, cada encuadre, cada disposición de los personajes, cada elemento de esa atmósfera asfixiante, cada matiz e inflexión en las voces de los actores y sobre todo cada afilada e ingeniosa línea de diálogo es cine en estado puro del más alto nivel, un placer visual, sonoro y estético que se paladea con cada sentido y que da lugar a una de las mejores películas de la historia del cine en la que siempre tienes la sensación de estar saboreando inteligencia y que si apartas la mirada de la pantalla un instante, por breve que sea, perderás algo que nunca jamás será reemplazado.

El argumento gira en torno a un matrimonio que no pasa por sus mejores momentos. En él Brick es un alcohólico exdeportista que se aferra a lo que fue y a lo que nunca llegó a ser. Su mujer, Maggie, la gata, es una mujer que todavía le ama y que trata de avivar la llama que les une para conseguir tener descendencia. Aún así que nadie piense en Maggie como una mujer dócil y sumisa, porque la gata tiene uñas y se aferra y lucha tanto por su amor como por darse a valer.

La pareja llega a celebrar el cumpleaños del padre de él en una gran hacienda sureña gobernada por un patriarca que sufre complicaciones en su salud. Allí coinciden con el otro hijo y su familia que aprovecharán las circunstancias del matrimonio protagonista para tratar de postularse en todo momento como la opción ideal para conseguir la hacienda.

A partir de ahí se desarrollará todo un entramado de trama perfectamente narrado a través de los diálogos y con una carga vital sobre los actores. Muy pocas localizaciones, el 95% de la cinta transcurre en la casa y se ve cómo entran y salen los actores y los personajes. Diciendo esto todos se darán cuenta de que con esta premisa (diálogos, actores, pocos espacios) estamos ante la adaptación de una obra teatral del dramaturgo Tennesse Williams cuyos libretos más famosos son éste y Un tranvía llamado deseo, ambos ganadores del Pulitzer.

Así que con un argumento ganador del Pulitzer, cargado de matices y de ironía en sus diálogos y abarcando temas como la familia, la ambición, la enfermedad, el matrimonio, la infidelidad, la admiración, las relaciones paternofiliales e incluso, pese a estar muy retocada por la censura se aprecia claramente el tema de la homosexualidad.

Pero si algo ha ensalzado a esta cinta entre las toneladas de metraje de la historia del cine es por su pareja protagonista: Paul Newman y Elizabeth Taylor. En esta película nunca han estado más guapos, elegantes sofisticados y con ese aura especial que solo las grandes estrellas consiguen tener. Él está convincente, solvente, con una gran química y una gran fuerza y expresión, con una dureza dolorosa y con un dolor soberbio. Uno de esos pocos actores que pueden llorar en el cine sin perder un ápice de lo que son.

Ella está mejor que nunca, Elizabeth Taylor se come cada segundo de metraje con su peculiar acento, con su belleza, su manera de moverse por escena como dueña y señora de todo y con una química especial no solo con los protagonistas y los personajes sino con el espectador. Elizabeth Taylor está resplandeciente, inmaculada, arrebatadora y ofrece un personaje para la historia sin histrionismo ni sobreactuaciones sino con elegancia y garra. Toda una fiera en pantalla capaz de pasar de víctima a enseñar las uñas con un simple gesto en la mirada.

El resto de secundarios son solo una mera comparsa antes estos dos grandes pero consiguen trazar en breves apariciones el carácter y provocar reacciones y sentimientos en el espectador.

Pero que no os engañen, no es únicamente una cinta de actores, están soberbios y mayúsculos pero hay hueco para más y es donde entra esa atmósfera tan peculiar de Richard Brooks, cargada de calor, de tonos muy cálidos y con una disposición de los actores en cada plano digna de admirar y ensalzar, utiliza el lenguaje cinematográfico y teatral casándolos en un matrimonio que sirve perfectamente para ejemplificar el cine de los 50 con los actores en escena pero nunca tapándose unos a otros. Richard Brooks además consigue darle ritmo al texto por medio de unos primeros planos muy cuidados y una transición de escenas ejemplar, parece que una acción desencadena inevitablemente en la siguiente.

La película consiguió seis nominaciones a los Oscar de su año incluidas las de película, director y actores para el grandioso dúo protagonista en un año en el que Gigi terminó llevándose el gato al agua.

Poco más tengo que añadir salvo recomendar encarecidamente el visionado de esta gran obra de arte que logra en un metraje muy ajustado de escasos 100 minutos transportarte a una gran historia, un gran pasaje, un ritmo endiablado y un espectáculo sin fin. Porque la gata sobre el tejado de zinc es una grandísima cinta, pero también es un fascinante entretenimiento y una de las películas más maravillosas que se puede disfrutar en una tarde. Todo un triunfo en cada uno de sus ángulos y que ha marcado impronta en la historia del celuloide pero sobre todo del espectador que guste de paladear de una cita inolvidable.

1 comentario: