Lo de War Horse sobre el papel es apostar por el caballo ganador: se trata de una novela adaptada con un éxito brutal al teatro y con innumerables premios en su haber, entre ellos un reciente Tony que viene a ser algo así como el Oscar de las tablas escénicas.
Lo que menos me sorprende tras ver la historia, una de esas poderosas epopeyas que tiene un núcleo sentimental y a través de él vamos viendo acontecimientos históricos sin abandonar nunca esa pátina de sentimientos de bondad entre los personajes protagonistas que se ven empujados por culpa de los malos malísimos a luchar por el bien humano en un mundo cruel (pero siempre con un toque blandito). Pues, lo que menos me sorprenda es que Steven Spielberg haya sido el encargado de trasladar ese potencial en celuloide.
De todos es sabido que Steven Spielberg tiene dos vertientes muy marcadas en su filmografía: Por un lado el más comercial, palomitero, familiar y autor de grandes blockbusters; y por el otro el de un cine mucho más “adulto” y complejo, más serio y trascendental.
Cierto que ha tenido sonoros patinazos en ambas vertientes como El mundo Perdido en la primera o Amistad en la segunda, pero también ha sabido hacer grandes obras maestras del cine de entretenimiento (“Tintin y el secreto del unicornio” es la última) y del cine adulto (“La lista de Schindler” o “Salvar al soldado Ryan”), en War Horse el autor ha querido aunar todas sus vertientes en una sola cinta y el resultado es un poco confuso, porque tenemos dos películas pegadas una tras la otra y nunca termina de encontrar la justificación del tono de la primera en la segunda. Me explico.
La historia comienza en la granja de la familia protagonista, a punto de la quiebra y cuyo padre (alcohólico, pero de buen corazón) invierte todo su dinero en un caballo enclenque que no le va a ayudar a arar la tierra. Pero él cree en el caballo y su hijo se enamora de él y se encarga de enseñarle a tratar la tierra. Esta primera media hora me pilló con el pie cambiado, esperaba ver al Spielberg más serio y el tono es el de una comedia familiar al más puro estilo “Babe, el cerdito valiente”, de hecho por momentos pensaba que los animales se pondrían a hablar.
Además el diseño de personajes en esta etapa es pura caricatura, el malo es muy malo y con los ángulos y sus frases nos muestran una unidireccionalidad tan cargante que parece un personaje Disney o de James Cameron (oh! Soy malo y hago el mal porque para algo soy el malo).
Y de repente, cuando estaba al borde de quedarme patidifuso, el padre (un borracho Peter Mullan que siempre hace de alcohólico en cada una de sus cintas) vende el caballo al ejército y empieza la cinta propiamente dicha. Joey y Albert se separan pensando que no se volverán a ver y vamos contemplando los distintos pasajes de la vida de Joey y como va pasando de manos, de bandos y su periplo a manos alemanas, francesas e inglesas.
Atención al doblaje, porque es de ese en el que los actores hablan español “con acento” lo cual es irritante para cualquier amante de la versión original. Incluso hay un momento en el que se acercan un inglés y un alemán y uno le dice al otro en perfecto castellano “¡Qué bien hablas mi idioma!” y el otro contesta con acento germano “estudié en tu país”. ¡¡Pues habla en castellano neutro y ya está!! Me ponen nerviosísimo esas cosas, lo siento.
Tenemos un pasaje de respiro en una granja francesa y luego vemos cargar al caballo con la artillería de la primera guerra mundial en primera línea de batalla.
Y aquí es dónde la película consigue encontrar su pulso tras esa primera media hora tan extraña. El realismo de estas escenas de guerra nada tiene que envidiar con el desembarco de Normandia de “Salvar al soldado Ryan”, las guerras son un infierno y nunca nos habían mostrado el punto de vista de un caballo, por lo que la cinta encuentra su miga en ver como los animales son lanzados en un caos satánico donde se encuentran asustados, confusos y aterrorizados.
Joey tiene la suerte de encontrarse en ambos mandos con jefes que respetan a los caballos, pero como explica perfectamente un personaje un caballo es un arma que debe ser usada o destruida. De hecho creo que parte del mejor montaje de Spielberg como director podría envolver esos planos de Joey galopando y trasmitiendo pánico entre las trincheras y arrastrando el alambre de espino con fuerza mientras su carne se va magullando.
El problema principal de la cinta es que le pesa la narrativa. No hay un centro y todo son una conjunción de episodios en los que vemos como el destino de Joey se va convirtiendo en más y más doloroso (y sobre todo traumático para los más pequeños a los que iba dirigido el primer segmento).
Sin embargo, técnicamente la película consigue lo que el guión no logra y es hacer coherente toda la historia. El trabajo de fotografía es como un cuadro pintado sobre la pantalla, puro arte en iluminación, en encuadres y en colorido que ven su máximo exponente en los planos finales, capaces de reavivar emociones en cualquier amante del cine. El cielo, pintado en tonos rojizos y anaranjados por el atardecer y un jinete se aproxima, desciende, abraza a una mujer y un hombre y todos abrazan la cabeza de un caballo. La música, en una partitura brillantemente compuesta por John Williams, nos enternece el corazón y la estampa, que podría salir de un western de John Ford, nos manipula hasta ablandarnos cada parte de escepticismo.
Y es que hay que reconocerlo, Steven Spielberg es un director de primera fila que conoce el efecto sobre el espectador como nadie y sí, es un manipulador con las emociones, pero, ¿acaso no vamos al cine a emocionarnos?
Con lo cual, la película es puro Spielberg, es puro sentimiento y técnicamente impecable, pero a la vez es incoherente en su tono y estructura y la cantidad de casualidades y encuentros y reencuentros que suceden en la cinta puede llegar a crispar las tragaderas de cualquiera que busque en War Horse algo más que espectáculo.
En resumen, War Horse es una película disfrutable, técnicamente preciosa y con un gran corazón dentro. No es perfecta, pero si el espectador es bondadoso y se deja sumergir en las emociones tiene un final tan gratificante como para olvidarse de sus errores y salir de la sala a galope con un sentimiento de haber disfrutado.
Lo mejor: La fotografía
Lo peor: el doblaje y el hecho de ser casi dos películas pegadas
Vete a verla si… te gusta el cine de Steven Spielberg
Valoración: 7/10
I N C R E I B L E
ResponderEliminarMejor verla acompañado de clinex
Creo que desestimaste mucho la película. La verdad tu análisis no es muy bueno, lo mejor solo la fotografía? Tendrías que reconsiderarlo. Estuve leyendo tus criticas y creo que solo pasan por la superficie del film. Tendrías que ver mas allá.
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