viernes, 21 de enero de 2011

127 Horas (2010) - *****

Una experiencia digna de ser vivida. En el cine claro.



Hay veces que el cine te pone a prueba.
Que lo que quiere es que recibas una serie de sensaciones y vivas la experiencia. Más allá de si es buena o mala, mucha gente que va a ver una película de terror y al salir dice “pues no me ha dado miedo”, otras van a ver un drama soporífero pero dicen “al final resulta bonito porque he llorado”.
Quiero decir que más allá de lo que hay están las emociones que suscita durante la experiencia.

127 horas es una de esas películas.
No le basta con relatar la historia de un hombre cuyo brazo se ha quedado atrapado entre unas rocas y no consigue moverse de ahí consciente de que nadie irá a su rescate porque nadie sabe dónde está.
Lo que quiere esta película es que vivas cada una de sus alegrías, angustias, miedos, paranoias, dolor físico y esperanza.

Y francamente 127 horas lo consigue.
127 horas te conduce por toda una gama de sensaciones y te condensa toda una experiencia vital en unos ajustadísimos 90 minutos donde no falta ni sobra nada.

La historia arranca con unos créditos anodinamente largos y cargados de vida con estilo cien por cien videoclipero mientras vemos cómo nuestro protagonista Aron Ralston (basado en hechos reales) prepara su marcha de excursionismo, senderismo por el desierto y los grandes cañones y olvida su navaja suiza (¡mierda! La debió recordar toda su vida).
Además nos explica con un par de recursos que le gusta hacer eso: libertad, coger el petate y marcharse a vivir con la naturaleza, la música a todo volumen y la soledad disfrutable.
“Just me, the music and the night. Love it”

Reconozco que soy un chico de ciudad, pero por momentos pensé: “Ey, como mola esa sensación de andar por ahí sin preocuparte de lo que sucede de verdad. Es el estado más salvaje y aventurero. ¿no?”

Tras un prólogo de puro divertimento que nos lleva hasta el minuto quince de película Danny Boyle nos enseña un montón de piruetas audiovisuales:
cámara en primera persona, imágenes fijas como si fuesen fotografías, planos de cámara en mano, panorámicas de los cañones, travellings por todos lados y todo acompañado de una música viva…
Aquí es donde se encuentra con dos chicas, de las que hace un poco de guía y les enseña las cuevas y las grietas dando esa sensación de vértigo acompañada de ese plano del trailer tan fascinante donde los protagonistas se dejan caer por una grieta a un lago y que ofrece la misma sensación que un parque de atracciones, tanto para los que lo viven, como para nosotros al verlo gracias a la gran labor del señor Danny Boyle dirigiendo y controlando tan soberbiamente la imagen, el montaje y el sonido.
Este cuarto de hora inicial comienza agobiando pero termina siendo una verdadera liberación.

Nuestro protagonista entonces se despide hasta una fiesta (con un Scooby Doo inflable fuera) y continúa su periplo.
Sé que sueno repetitivo, pero es digno de admirar el montaje y lo bien que sabe colocar Danny Boyle para que amemos la roca, sintamos su tacto, olamos su polvo, ,os desplacemos entre los recovecos y enmudezcamos en la caida y atrapamiento de brazo.

Ahí aparece el título de la película (minuto 16 nada menos) y comienza la odisea del protagonista.
Resbala, se atasca y nadie sabe donde está.
Ese es todo el argumento, pero la cosa dá para mucho, porque al señor Boyle no le faltan los recursos.



El mundo que le rodea está perfectamente definido: la piedra, la roca, sus objetos, el tronco del árbol, la rendija de cielo y el águila que lo sobrevuela cada cierto tiempo, su agua, su comida, sus cuerdas, su reloj…
Gritará por ayuda, pero nadie le oye lógicamente, y nadie sabe donde está, es como si la tierra se le hubiese tragado y solo esperara a que se consuma…

127 horas es una historia real y podría haber sido una cosa totalmente diferente de no tener a Danny Boyle detrás del proyecto. Es curioso que en esta temporada de premios se esté pasando tan de puntillas la labor de directores que han conseguido hacer sobresalientes las películas porque son ellos los que dirigen y lo digo por Aronofsky, Polanski, Scorsese, Nolan y Boyle. Este parece el año de David Fincher, pero la Red social es lo que es por ese guión tan compacto y perfecto.
Fincher la dirige con pericia pero no es comparable a la cantidad ilimitada de recursos que se saca el amigo Danny Boyle de la manga.

Porque 127 horas trata sobre sensaciones y sentimientos y contagiarlos a la platea. Tiene que ser dificilísimo ponerse en el reto de ilustrar en imágenes la sed, la soledad, la desesperación, la frustración, el agobio, el paso del tiempo, el frío, el dolor, la angustia, el miedo, el aburrimiento, el asco, el miedo, la aoranza, las alucinaciones…

Y para cada sensación tiene recursos diferentes:

impagable ese periplo de la cámara hasta la botella de Gatorade, ese momento talk show para ilustrarnos todo lo que se pasa por la cabeza y que termina en ese gran: oops! que nos rompe y nos desquebraja, esa tormenta que nos lleva hasta dejarle totalmente solo y falto de gente a la que ama. Ese flash mostrándonos a Scooby Doo…

Todas las películas que tienen a alguien solo necesitan que haya comunicación en algún momento, el náufrago tenía a Willson, el enterrado tenía un móvil y Aaron tiene una videocámara en la que se desahoga en su periplo hablando directamente a su familia y recordando gran parte de su historia con la pantalla muchas veces fragmentada en dos o tres…

En estas películas es donde el actor además da el do de pecho. Si James Franco llega a patinar ligeramente podría haber sido la ecatombe ya que el 100% de los planos son suyos y sus confesionarios podrían haber sonado postizos con muchísima facilidad, pero es capaz de resultar convincente en todos y cada uno de los momentos de la cinta y sin necesidad de artificios ni gesticulaciones pasa por una gran cantidad de sentimientos siendo más que creíble en todos ellos. Si él hubiese resbalado lo más mínimo da igual que 127 horas tuviese los planos más impactantes de la historia del cine, si Franco no llegase a transmitir esto se habría caído como un castillo de Naipes, por fortuna no es el caso, y convierte su interpretación en aquella por la que será a partir de ahora recordado. Ya no será James Franco sino el de 127 horas.

Y da perfectamente con el perfil de aventurero gallito que se cree el mejor y que tiene tantas habilidades como para hacer lo que le dé la gana y con la suficiente coraje y valentía como para dejarse la piel y pensar con sangre fría. Su carácter le mete en el lío y le hace salir de él.

Además estas películas no avanzan rápido o despacio, están ahí quietas, suspendidas alimentándose de nuestro propio miedo a quedar atascados sabiendo que nadie nos rescatará y solo queda esperar a morir de hambre, sed o frío. El entierro vivo aunque esté en exterior. Por lo menos el protagonista tuvo suerte de quedar atrapado en su caida en un lugar en el que está de pie porque la piedra podría haberle dejado colgando o tumbado…

Y Boyle además se rodea de una fotografía alucinante, fruto de Anthony Dod Mantle y Enrique Chediak. En “el momento” lo que angustia no es lo que te muestran, que realmente no se recrea en ello, sino en el sonido. Seguramente que ninguno sabemos cómo suena eso, pero conscientes que apartaríamos la mirada pese a no ver el qué en cuestión trituran nuestro estómago y nervios con la maestría del sonido y de sugerir en lugar de mostrar.

He leído que hubo desmayos en esa escena (sé que todo el mundo la ha spoilereado, pero yo no lo voy a hacer), esa escena es de lo más intenso que he visto jamás. Nunca había sentido esas profundas ganas de vomitar. Nunca había gritado así frente a una pantalla. Nunca se me había calado algo así de fuerte como para necesitar desahogarme suspirando. Nunca jamás había vivido esas sensaciones.
Me he asustado en el cine, he pasado miedo, me he sobresaltado como en el degollamiento de Caché o he apartado la mirada de la pantalla.
Pero nunca jamás he sentido lo mismo que en “esa escena” de 127 horas.
Y merece la pena pasar por ella.

Otro de los grandísimos aciertos es la vitalista y estimuladora banda sonora de A.R. Rahman, ganador del Oscar por Slumdog Millionaire y que aquí acierta por completo con el pulso de cada imagen aumentando el significado.

Esta historia podría haber sido desviada con mucha facilidad para ensalzarla comola película del año, por eso es digno de admirar que traten todo con tanta veracidad. En ningún momento ponen a Aron como un héroe porque no lo es. Las decisiones que toma no lo encumbran, lo hace porque tiene que hacerlo, porque se ve empujado a ello. Pero habría sido sencillo ponerle como un semi Dios. Aquí no, Boyle es escrupuloso en contarnos una historia desde su gestación hasta su final. No es nada manipulador de la historia, sí de las emociones, pero de eso va la película ¿no?

En resumen, 127 horas es toda una experiencia cinematográfica digna de ser vivida. Una de las mejores que el cine nos ha otorgado. Me he puesto de los nervios, me he reído, he gritado de angustia, me he revuelto el estómago hasta casi vomitar y encima ha conseguido que terminara llorando de tanta emoción…¿Merece la pena aunque se pase mal?
Absolutamente, porque al final es un canto a la vida, a la fuerza y el poderío humano, a la voluntad y al apreciarnos. El final produce tanto placer que no importa lo que sucediera antes, sabes que ha merecido la pena.

Absolutamente recomendable.

Valoración: 9,5/10

1 comentario:

  1. hola buenas noches esto me acaba de pasar me desmaye en plena película… después que me paso investí y fue cuando vi la noticia de que le había pasado a varias personas Canadá y Estados Unidos
    Mi WEB http://www.juniorperdomo.co.cc/

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