Menage-à-quatre
Hay un momento en “Four Lovers” (Happy Few, four lovers – Francia, 2010) en el que las parejas se comunican por el móvil y se dedican a enseñar a la otra pareja lo que están escuchando para crear una especie de lirismo. Unos están viendo Fórmula Uno y salen al jardín para que escuchen un avión que pasa y otros sonidos. Los otros están asistiendo a entrenamientos de gimnasia y se dedican a seguir y pegar el móvil a los pies y las manos de los gimnastas. Todo te lo muestran como muy lírico y poético, como por encima de lo normal, delicado como un pájaro…
Les voy a traer a la memoria una frase de Días de Fútbol “mira a mi marido, haciendo fotos a los árboles como un subnormal”. Pues algo así sentí en ese momento.
La frontera entre el lirismo y el ridículo es muy fina y hay que saber jugar con tantos elementos tras la cámara para no acabar en el absurdo… y en Four Lovers se cae y termina pecando de lo que no quiere ser de ridícula, burda, grotesca, plana y donde nos quieren retratar a gente de especial delicadeza terminamos viendo a meras personas con algún verano mal cogido. O sino que alguien me explique ese momento de ir traduciendo los árboles al inglés... que encima tiene miga el doblaje porque la dobladora española pronuncia con un inglés de opening que provoca carcajadas.
En Four lovers un hombre casado arregla el ordenador a una mujer casada y saltan las chispas. Después ésta le habla a su marido de él para la página web del trabajo de éste y le invitan a cenar con su esposa. Sin saber muy bien de dónde viene, las parejas se besan y deciden hacer un intercambio de parejas pactado con una norma “todos lo tienen que hacer a la vez” aunque en casas diferentes, es decir no es una orgía sino que se cambian al mismo tiempo.
Me fascinan las nuevas formas de parejas, de romances, el ver cosas diferentes, miradas sobre el amor en el siglo XXI (ya me entendéis manzanas) y por ello me acerque a esta premisa interesante que ya explotaba la infravaloradísima “Vicky Cristina Barcelona”. Pero en Four Lovers no hay verdaderamente dónde rascar, las reflexiones son de revista Cosmopolitan y tan subrayadas por la voz en off que terminan crispándome los nervios.
Y es que estuve con tantas ganas de aniquilar las voces en off... y están toda la película, los personajes en off relatándonos cómo se sienten subrayando lo que Antony Cordier es incapaz de retratar en imágenes o imprimir en celuloide. Es un torpe. Porque quiero ver las dudas, experimentarlas, ver sufrir los celos o las indecisiones, o el placer, no alguien diciéndome con voz profunda eso.
Y así te va perdiendo entre la pedantería de unos burgueses inconformistas que se meten en este juego sin saber muy bien por qué y cuyas intenciones nunca están del todo claras ni bien explicadas (a pesar de que la voz en off lo intenta por activa y por pasiva). Hay muy poco fascinante en el cuarteto al comienzo y mucho menos después porque ver a cuatro personas teniendo sexo que es, como poco, mucho menos divertido de ver que de practicarlo. La escena de la harina en la casa molinera es tan tediosa (en sentido aburrido) que de no haberla visto en cine la habría pasado.
No me toméis por un remilgado porque no lo soy, el sexo en Shame me provocaba muchas emociones, el sexo en muchas cintas me provoca una cosa u otra (lástima, excitación, belleza…) aquí las escenas son aburridas y hasta cierto punto repugnantes en el hastío.
Respecto a los actores agradezco la entrega a unos personajes tan sumamente ridículos. Marina Föis es la mejor de la función sin duda apoyada en parte por Nicolas Duvauchelle, pero por alguna razón la película se interesa más en la otra pareja la de una gimnasta retirada que se parece a Beatriz Luengo y un amante del Feng Shui que a mí me parecen aburridos al extremo y hasta cierto punto grotescos.
Una de las grandes preguntas que diréis es ¿Por qué? ¿Qué empuja a alguien a revelarse o establecerse a favor del amor libre? ¿Qué hay detrás de esto?
¿Por qué? No es la frase que debes traer a esta película porque en ningún momento se explica nada simplemente se dedican a follar y a criar a sus hijos, así sin esfuerzo.
Luego la cosa se tuerce porque el intercambio de la que se parece a Beatriz Luengo y su maestro Feng Sui mueve el sofá cerca de la ventana por razones zen y se quedan dormidos. Entonces llega el marido y les pilla juntos. Y se enfada. ¿Por ver a su mujer desnuda y abrazada a otro hombre? No. Porque ha movido los muebles. Eso es demasiado, dice. Yo alucino ante la torpeza de la cinta de ser tan evidente y subrayada.
Porque, en resumen, Four Lovers podría haber jugado bien las cartas de su guión con una dirección más lírica e incluso femenina. En haberse dejado de tanta voz y explicación y haber mostrado más imágenes sugerentes y un mayor trabajo interpretativo capaz de hacerte traspasar sus emociones. Pero claro eso sería hablar de una cinta de primera división y Four Lovers no lo es aunque en mi recuerdo quedará ese flashback nostálgico donde todos van al lago a limpiarse y al secarse la protagonista todavía tiene algo de harina tras la oreja.
Si la cinta hubiese sido más como ese detalle…
Lo mejor: Algunos interrogantes que no se desarrollan
Lo peor: La voz en off preguntándose cosas al estilo Sexo en Nueva York.
Valoración: 4/10
Pues a mi me ha gustado, mucho
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