Aún a pesar de mi (meritoria) juventud, con el paso de los años me he vuelto cada vez más quisquilloso, y puede que intransigente, con esa masa becerril que muchos denominan sociedad.
Son muchas mis manías, pequeños detalles que diferencian a una persona vulgar de un VIP, no porque sean famosos, sino porque son gente que te hace sentir importante.
Quizás estas lecciones consigan hacer de alguien algo mejor (así en general), pero muy posiblemente solo son las tribulaciones de un auténtico gilipollas, es decir: yo.
LECCIÓN 1 DE UN VIP – NUNCA SE VA AL VÁTER
Tengo que comenzar por esto, es inevitable. El otro día conocí a una mujer que reunía varios de los aspectos que busco. Bueno, de primeras solo reunía uno: el de mantener una conversación, y de verdad que tal y como están las cosas no es tan sencillo.
Todo iba perfecto hasta que se “fue al váter”.
Las personas VIP no vamos nunca al váter, vamos al baño y en su defecto más imperfecto al servicio. Otra terminología queda completamente inaceptada. Lo siento.
Y dirán que no es así, que no es lo mismo lo que uno hace en el baño que lo que se hace en el váter.
Francamente querida, me importa un bledo.
El ir al baño es siempre y de manera absoluta un acto de intimidad, a este lugar se va uno a asear, y en la inmensa imperfección del cuerpo humano a realizar otra clase de tareas de desagradable imaginación.
¿Verdad que cuando uno ve a Eva Longoria, Jennifer Love Hewitt o Ali Larter no se imagina a esa mujer yendo al váter?
En eso reside el éxito, tanto de ellas como de ellos. No es que no vayan, por supuesto que cada mañana expulsarán heces de dos yemas, es solo que no nos interesa saberlo.
Por eso el ir al baño (de manera independiente que tenga ducha, bañera o una letrina sin ventilación) es una manera indispensable de referirse al lugar. No me interesa tu acción, me interesa únicamente saber donde estás en términos generales.
Cada uno en la intimidad de su acto puede –y debe- hacer lo que en ese momento su cuerpo considere necesario. Cada uno lo hace cómo, cuándo y a la hora que prefiere, los hay como Mercedes Milá que prefieren utilizar únicamente la ducha. Allá cada cual con sus humillantes rutinas, lo importante es que se mantengan en un lugar denominado baño.
Alguien que vuelve del baño mantiene impoluta su dignidad, incluso proviene con un halo de limpieza e higiene. Alguien que llega del váter solo merece asfixiarse en el hedor de su propio retrete. Ir al baño mantiene su grandeza, ir al váter hace que las tareas que allí se realizan parezcan vergonzosas y sucias.
Y hay otros términos, de los que sólo acepto el del servicio, porque los mediocres que van de cultos (una clase social aún peor que los mediocres) van al “toilette” que es una manera muy cursi de decir que eres un gilipollas integral con aspiraciones cultitas. Decir que vas a la toilette es tratar de hacer ver que cagas con olor a lavanda. Y tampoco es eso.
Por supuesto cuando volvió la mujer del váter yo ya me había marchado del lugar, las cosas hubieran sido muy diferentes si hubiese vuelto del baño, porque viniendo del váter nunca le podría haber mirado con los mismos ojos.
Son muchas mis manías, pequeños detalles que diferencian a una persona vulgar de un VIP, no porque sean famosos, sino porque son gente que te hace sentir importante.
Quizás estas lecciones consigan hacer de alguien algo mejor (así en general), pero muy posiblemente solo son las tribulaciones de un auténtico gilipollas, es decir: yo.
LECCIÓN 1 DE UN VIP – NUNCA SE VA AL VÁTER
Tengo que comenzar por esto, es inevitable. El otro día conocí a una mujer que reunía varios de los aspectos que busco. Bueno, de primeras solo reunía uno: el de mantener una conversación, y de verdad que tal y como están las cosas no es tan sencillo.
Todo iba perfecto hasta que se “fue al váter”.
Las personas VIP no vamos nunca al váter, vamos al baño y en su defecto más imperfecto al servicio. Otra terminología queda completamente inaceptada. Lo siento.
Y dirán que no es así, que no es lo mismo lo que uno hace en el baño que lo que se hace en el váter.
Francamente querida, me importa un bledo.
El ir al baño es siempre y de manera absoluta un acto de intimidad, a este lugar se va uno a asear, y en la inmensa imperfección del cuerpo humano a realizar otra clase de tareas de desagradable imaginación.
¿Verdad que cuando uno ve a Eva Longoria, Jennifer Love Hewitt o Ali Larter no se imagina a esa mujer yendo al váter?
En eso reside el éxito, tanto de ellas como de ellos. No es que no vayan, por supuesto que cada mañana expulsarán heces de dos yemas, es solo que no nos interesa saberlo.
Por eso el ir al baño (de manera independiente que tenga ducha, bañera o una letrina sin ventilación) es una manera indispensable de referirse al lugar. No me interesa tu acción, me interesa únicamente saber donde estás en términos generales.
Cada uno en la intimidad de su acto puede –y debe- hacer lo que en ese momento su cuerpo considere necesario. Cada uno lo hace cómo, cuándo y a la hora que prefiere, los hay como Mercedes Milá que prefieren utilizar únicamente la ducha. Allá cada cual con sus humillantes rutinas, lo importante es que se mantengan en un lugar denominado baño.
Alguien que vuelve del baño mantiene impoluta su dignidad, incluso proviene con un halo de limpieza e higiene. Alguien que llega del váter solo merece asfixiarse en el hedor de su propio retrete. Ir al baño mantiene su grandeza, ir al váter hace que las tareas que allí se realizan parezcan vergonzosas y sucias.
Y hay otros términos, de los que sólo acepto el del servicio, porque los mediocres que van de cultos (una clase social aún peor que los mediocres) van al “toilette” que es una manera muy cursi de decir que eres un gilipollas integral con aspiraciones cultitas. Decir que vas a la toilette es tratar de hacer ver que cagas con olor a lavanda. Y tampoco es eso.
Por supuesto cuando volvió la mujer del váter yo ya me había marchado del lugar, las cosas hubieran sido muy diferentes si hubiese vuelto del baño, porque viniendo del váter nunca le podría haber mirado con los mismos ojos.
Muy bien, de acuerdo con todo lo expuesto. Sin embargo, he de hacer una pequeña corrección. Dices "las cosas hubieran sido muy diferentes", cuando lo correcto es decir "las cosas habrían sido diferentes". Es un fallo muy común que se produce al intentar evitar otro fallo, que es el de utilizar mal el condicional (una parte del condicional): "si habría", esto está mal, se dice "si hubiera". Sin embargo, lo que sería la segunda parte de ese condicional: "Si hubiera sabido esto, no habría hecho esto otro", se usa así, como acabo de hacerlo yo.
ResponderEliminarY ahora, si me disculpa, me voy al baño.
Gracias Claude por la corrección!!
ResponderEliminarHola, estoy de acuerdo con su artículo, pero me parece de muy mal gusto ilustrarlo con la fotografía de un cadáver.
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