El árbol es una de esas películas pequeñas que se cuelan en la cartelera sin hacer ningún ruido, que nos llegan con muchísimo retraso y que cuando uno la descubre se queda tan perplejamente maravillado como si hubiese encontrado una pepita de oro entre mucha búsqueda. El árbol no es la película más lustrosa, ni la más robusta, ni tiene las flores más bonitas. El árbol simplemente está ahí, plantado como uno más pero tiene algo especial que hace que admires su corteza, su savia sangrante, su lirismo poético y consigue que se convierta en tu favorito de todo el jardín. Sabes que es imperfecto, pero no te importa porque hay algo en él que te habla directamente.
Así es esta película, segunda de su directora Julie Bertucelli que afronta con una carga fortísima de lirismo y metáforas una historia que podría haber sido un melodrama barato, un telefilme de sobremesa o un dramón lacrimógeno sin concesiones y sin embargo moldea todas las aristas con la ayuda de una grande, inconmensurable, Charlotte Gainsbourg y transfiere esta cinta en un canto de fe, de vida, de naturaleza, de recuerdo ofreciendo una experiencia brillante en hora y media al espectador que se deje llevar.
El argumento gira en torno a un matrimonio con cuatro hijos de clase media que se decide mudar con casa y todo de la metrópoli al outback australiano, junto a una enorme higuera que será el personaje protagonista de la cinta. Un árbol de proporciones gigantescas.
De repente y sin previo el padre de familia muere de un ataque al corazón y cada uno de los miembros de la familia afrontará la novedad de una manera diferente. Esto se puede considerar casi un género en el cine recientemente hemos tenido dos obras en cartelera Solo Ellos (curiosamente también centrada en Australia) y la sobresaliente Rabbit Hole (Con actriz australiana). Pero aquí se aporta algo más a éste tipo de historiaas de superación.
La principal es la forma en la que la mujer del fallecido reacciona ante verse sola en medio de la nada, rodeada de unos vecinos que la odia y de los que literalmente se esconde, en un medio absolutamente hostil con la naturaleza más viva y salvajae como protagonista y avocada al desastre absoluto dejando que la casa se les caiga encima de manera literal, sin mantener ningún cuidado sobre nada en mitad de la naturaleza más salvaje. Se ve absolutamente incapaz de dar respuesta a la vida y de salir al mundo exterior.
El hijo mayor tratará de hacerse cargo de la familia ante la dejadez de la madre, pero pronto descubre que si quiere tener alguna opción de vida tiene que empezar a pensar en emigrar de ese árbol. Avocado a una madre indiferente a lo que sucede a su alrededor tratará de seguir adelante pese a la incomprensión de parte de su familia.
La única niña de la familia y que amaba a su padre se aferra al recuerdo de una manera casi mística. La higuera que se encuentra junto a la casa será su refugio, trepará por ella y creará su espacio con objetos y fotografías del padre hasta el punto de sentirle en el árbol y hablar con él. Es su manera de superar la tristeza, y pese a que la niña nunca se comporta como tal, es el personaje más interesante de la cinta. En un momento la niña comparte su secreto con su madre y ésta de cierta manera siente el consuelo de que la vida ha continuado en la metáfora del árbol.
Los otros dos niños no dejan de ser interesantes también aunque sus aportaciones a la trama sean más simbólicas. El pequeño deja completamente de hablar, y el otro mediano se encuentra absolutamente perdido entre la indiferencia de su madre y lo mucho que le deja de lado su hermana (es curioso como en la escena en la que hablan de los que creen que son los favoritos de sus padres él es el único que no es nunca mentado). Pero se va dando cuenta en su soledad de las cosas llegando incluso a buscar el árbol en google earth y contemplarlo desde ahí.
Es muy curioso como cada uno siente la pérdida a su manera y cómo la directora los envuelve en atmósferas diferentes mediante la luz, la niebla, las ensoñaciones… No hay planos estéticos para el hijo mayor, solo para la niña y la madre con esa rugosidad de la corteza o el tacto de las hojas...
Así que tenemos una historia lírica, con niños y sobre la pérdida de un ser querido con metáfora de un árbol. ¿Truño al canto? O al menos ¿un coñazo lírico-filosófico? Nada de eso, lo mejor de la cinta es el equilibrio perfecto que han encontrado con las preciosas imágenes de la áspera tierra australiana y la banda sonora (absolutamente brillante de Gregoire Hetzel) que otorgan un aire de melancolía, de tranquilidad, de paz, ternura, de algo liberador… La película tiene una sensibilidad especial entre las raíces del árbol que son las que agarran al espectador en un metraje muy medido y que consigue que no decaiga el ritmo en ningún momento porque hace posible la experiencia como algo ligero y no pesado.
He leído críticas que achacan cierta falta de complicidad, de tristeza… no se llora en la cinta, pero porque no está hecha para eso, no se recrea en la angustia, ni el drama, sino en la inquietud de no saber, en la decadencia, incluso en la esperanza de proseguir. Hay un momento, quizás el mejor de toda la cinta cuando la madre habla con la niña y le dice que no es que se olvide de las cosas sino que hay que convivir con ellas. De eso va la película y no de lamentar la pérdida. Va del carácter de una familia, del poder de adaptación del ser humano al medio y a las circunstancias y aquí abro otro paréntesis.
Y es que el árbol es sobre todo una grandísima metáfora en sí misma que te hace estar pensando continuamente en cada matiz introducido: las ranas en el baño, como se expande el árbol cuanto más se aferran a él (el recuerdo llega a ocupar la propia vida, por lo tanto el árbol ocupa la casa y bebe de su agua), ese diálogo sobre no regarlo, ese fuerte construido en él, esa dureza de la naturaleza con el murciélago entrando en la casa… Todo funciona, la metáfora está perfectamente construida sobre cimientos lógicos y entendibles y no sobre lirismos e imágenes de las nubes con lo que se consigue seguir, te consigue atrapar en su juego de sutilezas y si rascas la superficie ves que hay un porqué.
Pero el poderío del ritmo y la fuerza expresiva se lo lleva Charlotte Gainsbourg que vuelve a demostrar que es una actriz de primera fila y que lo de Anticristo no fue casualidad. Encaja en el papel como un guante y consigue imprimir esa fragilidad en su mirada, esa incapacidad y ese espíritu familiar que la concibe como película única. En muchas ocasiones los roles están cambiados, son los niños los que se enteran de que la tormenta está llegando en un segundo plano audiovisual donde la televisión va narrando que algo llega y la madre sigue a lo suyo. Es el niño el que prepara los aprovisionamientos, es el hijo mayor el que sostiene económicamente a la familia…
En resumen, El árbol es una película fuerte, estable y con carisma, con escenas bellas y con un calculado equilibrio entre cine de autor y entretenimiento. El árbol ha sido todo un hallazgo para mí y se convierte en una película a recomendar a todo aquel que guste de cine inteligente, de grandes interpretaciones y de pasar una experiencia bonita contemplando además una Australia preciosamente retratada en equilibrio entre la dureza más salvaje y la preciosidad de la naturaleza
Valoración: 8/10
Lo mejor: La banda sonora, la metáfora y Carlotte Gainsbourg
Lo peor: Cierta frialdad en algunos pasajes y los vecinos parecen de pegote...
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