domingo, 19 de septiembre de 2010

¿QUÉ FUE DE BABY JANE? (1962) - *****

No quisiste el pajarito



Cuando la gente dice “ya no se hace cine como el de antes” me suelen cabrear porque creo que hay cine actual rematadamente bueno.
Pero creo que hoy al ver “¿Qué fue de Baby Jane?” he entendido otra perspectiva de esa frase. Me cuesta mucho imaginar esta película en el presente. Por supuesto que alguna persona sin escrúpulos ni conciencia sería capaz de hacer un remake con Lindsay Lohan y Hillary Duff, pero por más combinaciones posibles que mi cabeza imagine creo que el resultado nunca jamás sería mínimamente aproximado a todo lo que este film ofrece.

¿Qué fue de Baby Jane? (What ever happened to Baby Jane) es una película con un guión de hierro, una dirección muy trabajada, una fotografía extenuante en blanco y negro, un vestuario suntuoso y sobre todo, si algo hace poderosa a esta cinta y merecedora de entrar en la lista de mi cineclub son ellas: Bette Davies y Joan Crawford. Dos prodigios interpretativos que aquí llevan su odio al extremo, afeándose con un maquillaje excesivo y volviéndose oscuras y autoconscientes de su edad y decadencia. Dos torrentes de sabiduría en cada gesto que merecen cualquier alabanza posible y de las que hablaré más adelante.

Lo primero que tenemos es una niña prodigio, una marisol de los escenarios, una pequeña ruiseñor que maravilla a las masas y cuelga carteles de no hay entradas.
Y desde bambalinas a una hermana entre dolida y decepcionada viendo como el público adora a su semejante y como su semejante adora aún más el ser querida. Desde niñas ambas viven en “realidades” diferentes.



Tras la función y al salir del teatro la super estrella infantil “Baby Jane” se muestra caprichosa con su padre y quiere un helado en lugar de la siesta pertinente, uno para ella y otro para su hermana Blanche. Esta azorada por la situación entra corriendo al teatro y su madre le dice que algún día será ella quién brillara y le pide que trate mejor a su hermana.

Como si la madre fuese una vidente, al cabo de unos años Blanche es la mayor estrella del cine y los altos cargos de los estudios critican su bondad ya que Blanche tiene firmado una cláusula que obliga a que por cada película que ruede su hermana debe hacer otra, cosa que crispa a los productores porque la antigua niña prodigio ahora solo es una actriz mediocre, que empina el codo demasiado y que carece de humildad.

Entonces hay como un momento cinematográfico que nos enseña unos cortes como si hubiese habido un accidente automovilístico y aparecen los créditos. Una estrategia cuanto menos peculiar la de enmarcarnos la historia de Baby Jane y Blanche como cine dentro del cine.

En otro avance de guión vemos una madre y una hija comentando lo buena que es Blanchett y que nunca la ven pese a ser vecinas porque siempre sale a la calle Jane, que ya de vieja es una borracha consumada. De las del mismo club de Massiel.

Y son 20 los minutos que tardamos en sumergirnos en la casa de Valentino, una especie de mansión con un elemento clave en la narración: Unas escaleras que separan la parte de arriba de la de debajo de la casa.

A través de estas escalera y las distintas posibilidades artísticas y estilísticas que ofrece se esconde un juego de miradas y de mundos, de cautiverios y de laberintos asfixiantes que separan la locura de la cordura, el perdón de la redención, el mundo de una habitación en un juego asfixiante que se va haciendo cada vez más y más claustrofóbico. En una parte Blanche gran estrella del cine que vive en su torre recluida escaleras arriba del mundo exterior por culpa de un accidente que le dejó parapléjica. En el mundo “real” escaleras abajo está Jane Hudson, antigua superestrella infantil que truncó su fama al crecer y ahora siente una gran añoranza por su celebridad que transforma en celos enfermizos hacia su hermana, llegando al punto de mantener el control sobre ella al 100%, o un poco más.
Las escaleras además sirven al director para ejecutar con pericia toda clase de picados y contrapicados que acentúan aún más esa sensación de aislamiento y tenebrismo. Porque en el minuto 25 ya entendemos que Baby Jane es mala, pero mala mala.

Es un juguete macabro acentuado por su maquillaje, sus tirabuzones y su vestido de muñeca. Es una niño prodigio que no ha logrado superarlo y que en lugar de por las drogas (el camino lógico de los niños prodigio) ella le ha dado por los celos enfermizos y los trastornos psicológicos (ven para que sirve tanta campaña de “drogas no”…).

El caso es que la cosa se irá tornando cada vez más y más opresiva, la cruel Baby Jane (que imita a su hermana que te mueres en la épica escena al teléfono) irá oprimiéndola en su celda escaleras arriba y sus cuidados serán más macabros. Le arrancará el teléfono y le quitará a la asistenta (ojo las mentes maliciosas a ese momentazo lésbico made in 1962), sus únicos contactos con el mundo exterior, y nosotros nos desesperaremos bien mediante notas, bien mediante formas de bajar las escaleras o bandejas de cenas.

Solo la escena de Jane riéndose a carcajadas por su maldad y a Blanche dando vueltas en círculos agobiada por no poderse mover en un magistral plano cenital o ver el dedo amenazador de Davies señalando la cara de Crawford, solo eso merece la pena ver esta maravilla pero es que a mayores tenemos un guión que siempre avanza, cuyas acciones tienen consecuencias en la escena posterior y que su argumento es como un pequeño copo de nieve en lo alto de la montaña que va rodando colina abajo, engordando en una bola claustrofóbica que culmina en un buen final.

Para colmo llegamos al punto del morbo, Bette Davies y Joan Crawford se odiaban en la realidad hasta puntos imposibles. Las dos debían ser pécoras de cuidado y las hijas de ambas sacaron biografías sobre lo mal que fueron tratadas por sus progenitoras.

Aquí ese duelo se explota hasta la extenuación e incluso existe una leyenda urbana que dice que en la escena de la pelea a Davies se le fue la mano y pegó de verdad a Crawford. Eso es leyenda urbana, lo que si es cierto es que odio y rencor de las dos divas de la época sirvió para que iniciaran una carrera competitiva a nivel interpretativo por ver quien lo hacía mejor en la cinta.

Salió victoriosa Davies que fue nominada al Oscar, pero quizás sea porque su personaje cambia de registro cada cinco segundos, porque le ha tocado la hermana más apasionante o simplemente porque verla cantando el “Daddy I wrote a letter for you” es tan bestial y terrorífico que se merece los premios humanamente posibles. Y los tirabuzones, esos son terriblemente siniestros en su cara entrada en años.

Pero los que salimos ganando de ese duelo somos los espectadores que nos regocijamos en cada una de las dos interpretaciones de estas dos actrices magistrales, altivas, estremecedoras, hipergestuales, terroríficas, compasivas y absolutas dueñas de cada segundo de fotograma.

Y por terminar hablando de la dirección, creo que hay varias formas y maneras de abordar un texto eminentemente teatral y llevarlo a la gran pantalla, normalmente se concentran en el poder de los actores y cambiar un par de localizaciones para hacerlo más atractivo. En ¿Qué fue de Baby Jane? han realizado una declaración de principios al comienzo de la cinta, despojándolo de todo sentido de teatralidad. A mayores, la cinta se concentra mucho en los picados y contrapicados, en zooms que dan intensidad y en un montaje que va mucho más allá de la teatralidad.

En resumen, ¿Qué fue de Baby Jane? es un duelo de egos, de vanidades, de bondades, de locuras y sobre todo de actrices. Una crítica latente a una sociedad que crea ídolos de barro, que conduce a lo enfermizo a las estrellas y también hay algo del poder de la mentira y la redención.
¿Qué fue de Baby Jane? Es sórdida, siniestra con un guión coherente que no deja de desarrollarse en ningún punto y que va ganando en intensidad y oscuridad, una dirección más que acertada y unos matices ricos y envolventes.
¿Qué fue de Baby Jane? es una obra maestra sin paliativos.

Y lamentablemente ya no se hacen películas así…

P.D. Para que veáis el cariño que tenía la Davies a Crawford os dejo algunas de sus frases memorables.

• "No la mearía ni aunque estuviese ardiendo en llamas."
• "Ha dormido con todas las estrellas masculinas de la MGM, menos con Lassie."
• "Uno nunca debe decir cosas malas sobre los muertos, sólo se deben decir cosas buenas... Joan Crawford está muerta, ¡qué bien!"
• "¿Por qué soy tan buena interpretando a prostitutas? Creo que es porque no lo soy. Probablemente por eso es por lo que Miss Crawford siempre interpreta señoritas."

1 comentario:

  1. Gracias por esta crítica.

    Vi esta película cuando tendría menos de 10 años y me impactó enormemente. De mayor la he visto dos veces más y no dejan de sorprenderme estas dos colosales artistas de la interpretación.

    Intento encontrar algo sobre el guión para representar unas escenas con mi grupo de teatro amateur, a ver si hay suerte y podemos divertirnos y gozar, jugando a meternos en la piel de estos personajes con una coctelera de emociones no resueltas por cerebros, con todo el respeto que merece la profesionalidad de estas dos mujeres y su autor.

    Saludos

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