
Hay películas que dejan un aroma en el cuerpo amargo: por su dureza, por su aspereza, por su fuerza narrativa, por el torrente interpretativo, por muchos factores. Esas películas que te hacen derramar lágrimas contenidas por rabia, por injusticia, porque simplemente se te caen.
Hay películas que son productos, hay cintas que son cine que sirven para abrir una ventana a otra realidad, que te quieren hacer reflexionar sobre la vida tal y como la tenemos concebida. Que te muestran un agujerito y te transportan en una aventura a otra realidad, con su historia, con sus personajes, con sus matices, con su manera de narrar, con su fotografía, sus ángulos…
Eso me ha sucedido con “When we leave” (Die Fremde, 2010) me ha engatusado desde los diez primeros minutos y me ha llevado con su narración a otro lugar, a otra garra, a la fuerza de una buena historia, al carisma de una gran interpretación. No lo he pasado bien, no es esa clase de historia, pero tras terminar la película he sentido el impulso inmediato de escribir esta reseña y tengo en el paladar un aroma a fotogramas, un sabor a cine.